Las noches en las que se me hace tarde buscando refugio,
antes me colaba en la estación, intentaba viajar entre pueblos con tren,
siempre encontraba un rincón olvidado, donde descansar,
aunque en ocasiones, me he pegado más de un susto,
sobre todo últimamente, que hay mucha gente que ronda la estación,
(cada vez es más difícil encontrar compañía agradable).
Antes era distinto, recuerdo una vez que encontré un vagón en una vieja vía,
muy antiguo, y muy elegante, lleno de muebles con estilo, tapizados,
cortinas y hasta un buen sofá, el lugar perfecto, para pasar una noche,
en primera clase y sin miedo al revisor, teniendo una pluma y un papel,
era la noche perfecta, ¡por fin!, después de tanto tiempo,
para escribir toda la noche, e incluso, dormir por la mañana.
Esa noche, mientras dejaba libre la tinta de mis venas, en una mesa,
con vistas a la estación, sobre papel tisú,
con una estilográfica de un estuche del que ya faltaban dos,
(elegí una Campo Marzio, por el numero de recambios, por sus puntas de mariposa),
llamaron a la puerta, casi se me para el corazón, el revisor, (pensé),
pero no, no podía ser el revisor,
( nunca llamaba a la puerta del vagón, y menos desde fuera),
¿quien podría ser?, quizá alguien que buscaba un refugio como yo.
Despacio sin hacer ruido, me acerque a la puerta, la abrí, nada, no había nadie,
yo estaba ensayando el discurso, “lo he visto aquí, abandonado y he pensado,
voy a hacer compañía a este vagón una noche, para que recuerde su esplendor”,
a ver si así conseguía que no me echasen, que me dejasen dormir en el vagón,
esa noche, y no había nadie, ni siquiera alguien con quien conversar,
compartiendo la noche, nadie.
Habrá sido el viento, (volví a pensar), pero no, el viento no podía ser,
(aquí en la estación no hay viento, si no pasa ningún tren),
me disponía a retomar la pluma, cuando los golpes acompasados,
como una melodía, resonaron en la puerta de nuevo, la volví a abrir,
esta vez con decisión y otra vez no había nadie, nada.
Esa noche pase mucho miedo, me recorrí el vagón de cabo a rabo,
por dentro y por fuera, acabé preguntando, “¿Hay alguien ahí fuera?”,
pero seguí escribiendo toda la noche, dormí toda la mañana,
y me quede seis noches más, hasta que se dieron cuenta y no pude volver,
(me quede con la pluma, me la robaron o la perdí, no lo se,
ya no tenia aquellas puntas de mariposa).
ya no tenia aquellas puntas de mariposa).
Ahora ya no pregunto nunca “¿Hay alguien ahí fuera?”,
ya... nadie llama a la puerta, ni siquiera en un vagón abandonado,
de una estación, ( encontrar una pluma como aquella, es un sueño).
Aun así, sigo intentando buscar refugio en una estación, de vez en cuando,
esperando encontrar alguna vez, aquel vagón,
aunque me pase toda la noche preguntando...
“¿Hay alguien ahí fuera?”
¿Hay alguien ahí fuera, esta noche?
Veo en tren a lo lejos.
Te encontraré, rayo...
Me voy a dormir, solo tengo que recostarme,
ResponderEliminaresta noche he encontrado un buen refugio,
mañana ya veremos...
Hola, vagabundo, espero que siempre encuentres un lugar seco y confortable donde descansar.
ResponderEliminarUn tren antiguo en una estación sin viento, una pluma y un misterio, esa presencia que golpea la puerta buscando compañía y se esfuma antes de decidirse a compartir su soledad.
Puede que siga tus pasos o también trate de alcanzar ese tren que se ve a lo lejos.
The Wall es un trabajo impresionante, casi todas las letras son de Rogers Waters y hablan de los traumas de Syd Barret, antiguo lider de la banda: la pérdida de su padre en la guerra, la drogas, su enfermedad, creo que tenía asma, la protección excesiva de su madre... cada uno de estas historias que añadían un muro que lo aislaban de la realidad.
Un beso,
Tienes razón Tesa, la historia se desvirtúa si no se ven las imágenes, he modificado la mía, he cambiado la música por la escena, era la más dura de la película, (estuve el día del estreno y me la vi otras diez veces), no me atrevía, me parecía excesivo, pero, porque no?
ResponderEliminarHe mantenido la pluma, que era real, fue ella la que escribió aquellas letras, desde que la perdí, o me la robaron, o no se, ahora escribo con lo que encuentro, y con un lápiz que me regalaron.
Te invito a correr detrás de un tren, (puedes elegir el color que tu quieras, menos el lila que esta adjudicado y el blanco que es para mi, pero ten cuidado con los rayos.
Suelen romper paraguas.
En mi imaginario hay un carromato de circo pintado de rojo con letras lilas donde pone "Lady Amalia, la trapecista".
ResponderEliminarPero siempre me gustaron los trenes, las estaciones antiguas y las tormentas contempladas a través de una ventana, en silencio.
Tengo alguna cicatriz que otra, y mis paraguas también se ha volteado por el viento, pero más que una vagabunda soy una titiritera o una funámbula que hace equilibrios por los tejados.
Un beso, vagabundo
me hubiese gustado compartir ese vagón tuyo con Montgomery Clift, en la estación Termini
ResponderEliminary aguantar el bochorno de todos aquellos agentes romanos haciéndonos preguntas sobre el decoro y la moral, haciéndonos insinuaciones deshonestas
pero nunca me ha pasado nada de eso, ni he ocupado un antiguo vagón de tren, ni he descubierto la nada al abrir la puerta...
qué vida más triste la mía!!!!
Lo entiendo Tara, no soy Mongomery Clift,
ResponderEliminary aunque todos los caminos llevan a Roma,
a mi nunca me han llevado hasta allí,
aunque a mi no me importaría compartir cualquier vagón contigo y si fuese en roma con mongomery clft, mejor que mejor,
¿Que tal si nos llevamos a Elisabhet Taylor también?
De los agentes me ocupo yo que tengo experiencia, solo hay que explicarles porque estamos ahí, en Roma lo entenderían.
Te traes, tus pergaminos lilas, tus libros,
tus atalayas, tus maquinas, tus fotos, tus dibujos mientras lees, tu reloj de arena,
una sonrisa, una mirada al aire, un guiño,
y seguro que los tres compartimos la noche,
(Monty, Beht y yo), absortos asomandonos a las letras de esa vida tan triste que tienes.
(Y que los agentes romanos lo entienden).
Si encuentro el vagón, dalo por hecho,
yo me ocupo de convencer a Monty, y tu de convencer a Beht.
Mientras tanto, seguire escribiendo con el lapiz que me regalaste.
me gustan los trenes, siempre que puedo me acurruco en ellos
ResponderEliminardejando la puerta abierta, sin cerrar por dentro
siempre me gustaron las sorpresas