jueves, 23 de mayo de 2013

Hablando con Dios y Contigo del Destino

 
 
 

La cafetería esta medio vacía, pero la mesa de “los artistas” está llena, hablan y hablan, no me extraña, nunca les faltan vinos que hacer espumosos, siempre están dispuestos a una foto y todos desean un retrato, no les vale un recuerdo.

[Me susurro entre dientes]
-(Has perdido hace tanto tiempo tus nombres, que cada vez te hablas más solo.)

Doblo la columna que esconde mi rincón, con Ramón meneando su bandeja, pisándome los talones.

-Está ocupado-

Me dice, señalándome la puerta.

Le aparto la mano y le digo…

-Ya lo he visto, volveré más tarde-

Mi desayuno se va hacer esperar, una pareja ha decidido utilizar mi esquina para regalarse versos, pero están cerca de los besos, no tardaran en buscar un lugar para los abrazos, se va hacer esperar, pero hoy, puede que desayune.

Salgo con prisas por la puerta giratoria y me trastabillo. Ramón me saluda sonriente blandiendo su bandeja, como retándome a volver y aviva el giro de la puerta.

Espero, espero hasta que deja de girar, y la suerte me sonríe, se marcha la pareja arrullada entre caricias, entro precipitadamente, esquivo hasta mi sombra y sentando en mi mesa detrás de la columna, espero a Ramón y su bandeja

Sin darle tiempo a articular palabra, sin mirarle, le mando. Tráeme un vaso de agua, para bajar la comida de la invitación del bar de enfrente y un azucarillo para endulzarla, te pediré el café en un rato.

Me pongo a lo mío, desenfundo mis bolsillos, cae al suelo mi mechero, lo recojo mientras abro lo justo la ventana para que ente aire y no se me vea desde fuera, y llega Ramón con su bandeja.

-El vaso de agua, el azucarillo y un servilletero, para el señor.
Quizá hoy tenga suerte y le traiga un menú, con sopa y postre, y me deje una propina.-

Entra una mesa elegante de cuatro despistados preguntado por los artistas del Gijón, Ramón les sienta en la mesa de al lado, diciéndoles,

-El mayor artista de esta ciudad se refleja en cualquier esquina- Y alejándose me guiña un ojo.

Veo a todos en el espejo, la ventana y la sonrisa de quien me regala tiempo y parte de su espacio cuando puede.

Son ya casi las doce y sin desayunar, necesito centrar las letras, no tengo mucho más de media hora, se me echa el tiempo encima, los menús solo se pagan en otras mesas.

La esperanza enfunda de valentía mi voz, y recito en voz alta:

Casi medio siglo para reconocerme ignorante, medio siglo buscando en un reflejo, buscándote en mi mirada.
Y tu, siempre mirando más allá.
Ahora los mapas de mi rostro ya no me engañan, después de medio siglo ya no te busco. No has estado en cicatrices ni arrugas, ahora, ya no busco el llavero del destino, te he escondido por algún lado.
[Entre dientes susurro]
- (Esperas mi alma encarcelada en vano)
[Alguien toca mi hombro por fin, después de tanto tiempo]
-Amigo poeta, otra vez divagando?
[Entre dientes susurro]
- (Hablando con dios y conmigo del destino)
[Le contesto]
- Si me pagas un café te lo cuento, con una sopa te lo recito, con un postre, lo leemos en voz alta por dentro.
Otra vez solo frente al espejo, caliento mis manos con la taza, doy un sorbo y exclamo.
- !Gracias mecenas, te espero otro día!
Tomo en mi mano la pluma, despliego y plancho una servilleta sobre la mesa, y escribo...
Las doce y media y solo un café, triste destino.

Ella, mi esperanza, me mira a través del espejo, y me susurra:

-Mecenas en la sombra, para verte recitar sentado a esa mesa tu divagar, con medio sobrecito de azúcar en las venas. Y otear en el horizonte de tu mirada ese medio siglo, mezclado al trajín del ir y venir de los que impúdicamente se pasean ante ti, ante mí, en esa cafetería del centro de nuestro universo.-

Le contesto hablando más conmigo que con ella.

-Planchemos cuantas servilletas tengamos a nuestro alcance, dejemos resbalar la arena de nuestro reloj de momentos, tracemos sombras a lápiz, las plumas siempre nos abandonan en el vagón de un tren a ninguna parte.
Recitemos cincuenta años más si hace falta.
Hasta que nos den la vuelta.-

Y aun así me responde

-Ya somos esa vuelta, creo yo. Somos las dos caras de aquella moneda que, saltando en el aire, va a caer en el mármol, junto a las tazas vacías... propina de nuestro propio arte.-

Como le explico a la sonrisa de la bandeja de Ramón, que a mí no me importaría quedarme sin desayunar, mientras tenga servilletas y una ventana abierta, a la mirada de la esperanza que escribe a todos mis nombres.
Triste destino.
 
 
Por haber dormido tantas veces con mi soledad,
he conseguido de ella casi una amiga, una dulce costumbre.
Ella no me deja dar ningún paso ,es como una sombra fiel.
Me ha seguido aquí y allá, en las cuatro esquinas del mundo.
No, yo nunca estoy solo con mi soledad.
Cuando está en el hueco de mi cama, toma todo el espacio,
Pasamos largas noches, los dos cara a cara.
Realmente no sé hasta donde irá esta cómplice
Tendré que hacerme a ella o reaccionar ?
No, nunca estoy solo con mi soledad.
Por ella he aprendido tanto como lágrimas he derramado
Si a veces la repúdio, ella nunca me desarma.
Y si yo prefiriese el amor de otra cortesía,
Ella estará ahí en mi último día, mi última compañera
No, nunca estoy solo con mi soledad.
No, nunca estoy solo con mi soledad.
 
23 de mayo de 2013, homenaje a Georges Moustaki, un gran vagabundo, que nunca estará solo.
 
Veo un tren a lo lejos.
Te encontraré, rayo.