A calzón quitado…
Rompo cadenas que creí olvidadas,
recuerdo caricias imperceptibles,
recupero parte de mis sentidos,
miro a los lados, no hay nadie,
me puedo concentrar.
Mi mano agrietada me devuelve,
sonrisas negras debajo de los dedos,
mientras abanico con seda mi piel.
El silencio se hace mucho tiempo,
esperando la tormenta,
pero el antojo merece la pena.
La uñas parecen preguntarse,
¿Como será otra pluma?
mientras aguantan el vaivén,
satisfechas por no caer,
presas de unos dientes gastados.
El tiempo se hace eterno,
la tormenta no llega,
busco algún eslabón perdido,
una imagen, una orgía, no, mejor un trío,
no mejor aquella vez...
que golpeaban la puerta del baño,
hace tantos años...
Relajado...disfrutando...
gastando mi soledad.
Ya llego la tormenta, fugaz como siempre,
casi imperceptible, como sin color, como agua.
Después de un largo masaje,
de cicatrices y arrugas,
de amaneceres y consuelos,
de terciopelo gris tirando a rojo.
Después de perder talismanes,
de doblegarse como cuerda,
prisionera de la voluntad,
si derecho a reclamar.
Llego la tormenta.
Sin poesía, sin perfumes,
de más allá de la realidad.
Como aquella vez, hace tantos años...
Hay quien nace sin derecho a ira,
siempre le confunden los mapas,
siempre acaba perdido,
vagando, en silencio, solo,
como arrastrando pesadas manos,
que acarician todo su cuerpo,
en un recuerdo lejano...
en blanco y negro.
Como una maquina.
Como una maquina.
Pura ficción, producto de una tormenta,
entre manos fugaces.
Veo un tren a lo lejos...
Te encontrare, rayo.